Boletín de noticias, Enero 2012
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Enero
Rebajas
Las Rebajas y la cuesta de enero (The January sales and uphill struggles)

Desde hace poco tiempo, pero el suficiente para que nuestros abuelos lo recuerden, el mes de enero en España viene marcado por dos acontecimientos: el comienzo de la cuesta de enero y las rebajas.

Ambos tienen que ver con el estado en el que queda nuestra economía tras las navidades: terminamos una época de excesos alimenticios y consumistas, así que nuestros bolsillos está vacíos. El sueldo de principios de mes no basta y lo de acabar enero con algo de dinero se nos hace dificilísimo; el problema se acrecienta al pensar que venimos de una época llena de optimismo, buenos deseos… En fin: imaginad a una persona delante de una rampa empinadísima de kilómetros de longitud y sabréis por qué lo llaman “cuesta de enero”. No sabemos cuándo comenzó a usarse la expresión, pero no podía ser más acertada.

Durante lo que duren estas semanas de depresión, prudencia, escasez y dietas se idean toda clase de trucos para salir adelante. Y no estamos hablando solamente de una familia que decida comer sopa de repollo todos los días o congele las sobras de la cena de nochevieja para hacer croquetas con ellas todo el mes. También hablamos de las grandes superficies comerciales.

Uno podría pensar que los grandes almacenes españoles apenas hacen caja este mes, pero no es así. También después de navidades obtienen beneficios gracias a… ¡Las Rebajas!

Esencialmente la de rebajas es una temporada en la que los centros comerciales venden su stock con grandes descuentos. Suele comenzar la semana siguiente al día de reyes (en algunas ciudades incluso puede comenzar el día 2 de enero) y se alargan hasta marzo. Su origen, eso sí, no es español sino norteamericano: las primeras rebajas tuvieron lugar en los años 30 en Nueva York. La idea era dar salida fuera como fuese a lo sobrante de navidad de las tiendas para hacer sitio a nuevas colecciones, aunque para ello hubiese que bajar el precio y reducir el margen de beneficio.

Una década más tarde llegan a España de mano de una pareja de primos asturianos que habían emigrado a Cuba y habían tomado nota de la práctica estadounidense (no vamos a decir qué empresas llegaron a dirigir porque todos lo sabemos).

La práctica tuvo éxito e incluso las pequeñas tiendas tomaron ejemplo. Hoy las rebajas son un fenómeno social: todos los años pueden verse multitudes esperando a que los grandes almacenes abran para hacerse con las mejores piezas y hasta se llegan a ver imágenes de personas peleándose por una prenda; cada enero los informativos dedican reportajes a los derechos del consumidor durante esta temporada; e incluso hay quien reservas días de vacaciones para poder comprar en estos días.

¿Consumismo exacerbado o ahorro? La polémica está servida pero nadie puede negar que las rebajas ya forman parte de la cultura contemporánea española. Con sus cosas buenas y sus cosas malas.


Ciudad destacada

San Antón
Día de San Antón
Madrid (Día de San Antón)

Si el 17 de enero paseáis por la madrileña calle de Hortaleza y veis una larga fila de personas llevando toda clase de animales frente a la parroquia de San Antón no os extrañéis: son fieles que están esperando la bendición para sus mascotas. ¿Por qué precisamente este día? Según la hagiografía (historia de la vida de los santos) San Antón (o San Antonio) Abad descubrió la sabiduría y el amor divinos a través de la observación de la naturaleza. De esta manera empezó a bendecir animales y plantas y consiguió ser proclamado a su muerte protector de los animales de compañía.

La costumbre, aunque parece ser de toda la vida, es relativamente reciente: se viene celebrando desde 1943. Desde todas partes de la ciudad (e incluso de más lejos) llegan dueños con sus mascotas y hacen fila frente a la parroquia. Dado que a las iglesias no se puede acceder con animales es el sacerdote responsable del recinto el que se asoma a la puerta y, uno por uno, bendice a la fauna allí congregada. Puede ser de toda clase y condición: desde los clásicos perros, gatos y pájaros hasta iguanas, serpientes e incluso cerdos vietnamitas.

Tras la bendición a los dueños se les entrega un panecillo, pariente de los pasteles de los que os hablaremos más abajo, que, según cuentan, está elaborado con una fórmula especial que lo mantiene tierno mucho tiempo. La costumbre es mantenerlo dentro de un cajón con una moneda o junto al monedero durante un tiempo estimado de un año para atraer la fortuna. Hemos estado buscando información, pero no hemos encontrado quien nos diga qué es lo que se hace con ese panecillo pasado ese tiempo, aunque es poco probable que la tradición ordene su consumo.

La celebración no acaba aquí. La tarde del día de San Antón, y después de haber sido consagradas aquellas mascotas que lo precisen, se organiza por las calles del viejo Madrid un solemne desfile llamado “vueltas de San Antón” en el que pueden participar los bendecidos y sus dueños. También participan las unidades caninas de las policías local y nacional, los perros lazarillos de la Organización Nacional de Ciegos Españoles y hasta la Asociación de Amigos del Burro. Curiosamente algunos dicen que es una de las paradas más disciplinadas que pasan por la ciudad.

Termina así esta sencilla pero significativa celebración que es digna de ver: la de un día dedicado por entero a aquellos que, como dijo Lord Byron, tienen “todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos” (nota para la traducción: la frase de Byron en cuestión está sacada del poema “Epitaph to a Dog”. Os paso un enlace donde podéis encontrarlo por si necesitáis tirar del original http://en.wikipedia.org/wiki/Epitaph_to_a_Dog.


Personaje famoso

Juan de Austria
Juan de Austria
Juan de Austria

Todas las culturas tienen una figura heroica, un guerrero, general o almirante cuya historia ha pasado a convertirse en leyenda ligada a la época de mayor gloria de un país: Napoleón en Francia, Garibaldi en Italia, Zhúkov en Rusia, Alejandro Magno en Grecia, Nelson en Inglaterra, Patton en Estados Unidos…

… Y en España Juan de Austria, hijo de Carlos V, hermano de Felipe II y vencedor de lo que Cervantes llamó “la más alta ocasión que vieron los siglos” (la batalla de Lepanto).

Lo curioso es que Juan de Austria no nació en España sino en Alemania, concretamente en Ratisbona. El año, sin embargo, no está claro y hay autores que apuntan al año 1545 mientras que otros citan 1547. Lo que sí está claro es que fue producto de los amores del rey Carlos V (por aquel entonces viudo) y Bárbara Blomberg, una hermosa cantante hija de un matrimonio burgués de Baviera.

Como sabéis por aquella época no se estilaba lo de los matrimonios entre personas de distinto rango social, aunque sí los amoríos. Para evitar el escándalo todo se solucionó de manera un tanto compleja, pero más o menos al gusto de todos: Carlos V se quedó con la “custodia” de su hijo y Bárbara se casó con Jerónimo Píramo Kegel, tutor de Juan en los primeros años, al que se le concedería el título de comisario español en Bruselas. A la muerte de Jerónimo Bárbara comenzaría a recibir una pensión vitalicia por parte de Carlos V.

Pasó poco tiempo con su madre. En 1551 el pequeño Juan llegaba a Leganés (Madrid) junto a Francisco Massy y Ana de Medina, matrimonio cortesano que se encargaría de él durante sus primeros años. En 1554 se encargaron de él los nobles Luís de Quijada y Magdalena Ulloa, trasladándose a Valladolid. En todo este tiempo Juan no conoció a su padre. Tuvieron que pasar dos años más hasta que Carlos V, tras abdicar, pidió a Luís de Quijada que se trasladara a Yuste (donde el rey se había retirado) para tener cerca de sus colaboradores y, de paso, ver a su hijo en su retiro.

Ese mismo año, Carlos V hizo una enmienda a su testamento en el que reconocía a Juan como hijo y pedía a su hijo heredero al trono, Felipe, que le registrara como miembro de la familia Real.

Juan de Austria
Juan de Austria

Como privilegiado joven de la época completó su educación en la Universidad de Alcalá de Henares. Su destino era ser eclesiástico, pero dentro de él latía la vocación militar. Así se lo hizo saber a su hermano, el ya rey Felipe II (Carlos V había muerto en 1558), que le puso al mando de una escuadra para luchar contra los piratas berberiscos en el Mediterráneo. Ignoramos si el nuevo rey, como algunos dicen, accedió esperando que Juan sufriera un revés que le hiciera volver por la senda de la Iglesia. Pero el caso es que Juan cosechó éxito tras éxito militar y acabó convirtiéndose en destacado jefe del ejército español (recordamos que por aquella época España tenía a medio mundo a sus pies, así que algo tuvo que hacer bien).

Su gran momento llegaría en 1571, en la conocida “batalla de Lepanto”. Al mando de una flota combinada (aportaban sus naves España, el Papado y Venecia) y tras una lucha no exenta de temeridad, lograba acabar con la flota turca. En lo político fue una gran victoria, pero en lo personal esto acabó enfrentándole a su hermano: Felipe II, prudente, no creía en los planes de Juan para extender el poderío español por el Mediterráneo ni le gustaba que su hermano “bastardo” se hiciera llamar “Su Alteza” por la soldadesca.

Posiblemente, para frenar sus ambiciones, el astuto Felipe decidió enviar a su hermano como gobernador a Flandes para acabar con la insurrección de los partidarios del príncipe de Orange. Como gobernador de los Países Bajos y al frente de los famosos “Tercios de Flandes” cosechó varias victorias y se ganó fama de comandante capaz, pero no pudo detener al pueblo de los Países Bajos en afán por ser independientes.

Cuentan que este fracaso a la larga minó su ánimo, aunque lo más probable es que enfermara de tifus, contraído durante un asedio. Sea como fuere Don Juan murió cerca de Namur a los 30 o 31 años. Moría el hombre y nacía la leyenda.

A día de hoy se puede visitar su tumba en el Monasterio del Escorial (cerca de Madrid): su sepulcro es inconfundible: un apuesto joven con armadura parece dormir con su espada sobre el pecho; a sus pies hay un pequeño león que nos mira tranquilo pero con fiereza. Toda una representación de lo que fue la vida de un hombre amado por unos y odiado por otros, pero sin el que no se puede concebir un periodo importantísimo en la historia de nuestro país.


Receta española

Panecillos de San Antón
Panecillos de San Antón
Panecillos de San Antón

Un poco más arriba os hemos hablado del día de San Antón, el 17 de enero, y de los peculiares y aparentemente eternos panecillos a él consagrados. Vamos a ahondar un poco más en su historia y receta.

Al parecer el mismísimo San Antón ya se alimentaba de un antepasado de este dulce: una especie de pan seco que le ayudaba tanto a vencer el hambre como la tentación de la gula durante meses. Su receta era tan especial que, además de ser altamente nutritiva, podía hacer que se mantuviese tierno mucho tiempo. Sería algo así como el pan de Lembas que se cita en “El Señor de los Anillos”, salvando las distancias.

Su elaboración permaneció en el más absoluto de los secretos gracias al celo de los devotos del santo, que la llevaron a la parroquia de San Antón, en Madrid. Su consumo estaba destinado solamente a autoridades eclesiásticas pero el día de San Antón el resto de los mortales podía comprarlo en algunas panaderías. Eso sí, la receta tenía que ser devuelta a la parroquia pasada la jornada. Por supuesto, las autoridades se aseguraban de que a nadie se le había ocurrido copiarla.

Si esto ya da cierta aura de misterio al panecillo otra característica contribuye a hacer de él algo todavía más enigmático y legendario. Se trata de su decoración: un relieve en forma de cruz semejante a la que llevaban los cruzados. La explicación es sencilla pues el adorno representa al emblema de los caballeros hospitalarios, fundadores de hospitales destinados a tratar una enfermedad causada por la ingesta de alimentos contaminados con hongos llamada “ergotismo” y que antiguamente se conocía por el curioso nombre de “fiebre de San Antonio”.

Como ya hemos dicho anteriormente la tradición dice que este panecillo es un talismán que llama a la fortuna y que hay que guardar durante todo un año junto al monedero. Todavía hay mucha gente que sigue esta tradición, pero la mayoría lo consume como un pastel más.

Claro está, la receta ya es de dominio público: harina, azúcar, aceite, huevos, limón y leche. Cualquier pastelería puede producir sus panecillos de San Antón, pero tenemos una duda, ¿de verdad la receta era tan sencilla?, ¿tanto secreto para un pastel que podemos hacer nosotros mismos si disponemos de un horno? Por ahí se anda diciendo que en realidad la receta es otra y que el pan de San Antón de verdad es de otra clase… y que tiene secretas propiedades.

Pero, como dice el viejo dicho español “a falta de pan buenas son tortas”. Así que nos conformaremos con los que venden en las pastelerías y que seguramente tendrán mejor sabor que el original tan enigmático y tan exclusivo.


Dicho popular

“Con nieve en enero, no hay año fulero” (Snow in January always bodes well).

Uno de los grandes problemas a la hora de explicar los refranes que usamos en España es que la mayoría están hechos para rimar y así ser recordados fácilmente. Decimos “problemas” porque en muchas ocasiones la palabra usada para dar ritmo no es demasiado conocida.

En este caso la palabra es “fulero”, que significa “falso o poco útil”. Así que el refrán, para su mejor comprensión, se queda en “Con nieve en enero, no hay año inútil”. Algo así como un primo de otro refrán que dice “Año de nieves, año de bienes”.

Pero, ¿qué tiene ver la nieve con la fortuna? Pensemos que gran parte de los refranes españoles tienen un origen agrícola y son sentencias en las que se concentran una gran dosis de experiencia, algo así como las pastillas de caldo (nota para traducción: ¿sería algo así como “stock cube”?) de la sabiduría. Con la nieve en las montañas los cursos de los ríos crecen durante el deshielo, hay más agua, se pueden regar mejor los cultivos y la cosecha es abundante y de mayor calidad. Así que se obtienen mayores beneficios.

La conexión entre las nevadas y las buenas cosechas seguramente no fue deducida de inmediato. Seguramente requirió años y años de esa observación sencilla pero sagaz que caracteriza a la gente de campo (y de la, por cierto, muchos carecemos tristemente). Lo observado se convirtió en proverbio para que la lección fuese transmitida de padres a hijos.

Ahora bien, ¿qué provecho sacamos nosotros, que hemos nacido en ciudad, de este refrán? Una nevada no va a hacer que nos suban el sueldo o que seamos más felices, pero hay cierto componente poético que nos invita al optimismo. ¿Será porque la nieve nos recuerda a los felices tiempos en los que hacíamos muñecos de nieve o porque en nuestro inconsciente el manto blanco sigue simbolizando la pureza que lo toca todo y lo vuelve mejor? Quizá no haya que buscar más allá de lo evidente: si un invierno nieva parece que todo está en su sitio y que todo transcurre con orden y armonía.


Vocabulario

Nombres curiosos para las monedas (Del “Duro” al “Lero”)
Duro
Maravedí

La canción de los Beatles dice que las mejores cosas de la vida son gratis pero, aun así, todo lo queremos es dinero. Los españoles no somos una excepción pese al aura bohemia que nos envuelve. Y prueba de ello es la cantidad de nombres que asociamos a las monedas o a los billetes. Algunos son la época en la que teníamos una moneda propia (la peseta); otras son más recientes. Aquí tenéis unas cuantas que en vuestra estancia en España acabaréis escuchando antes o después.

Cara y cruz: designar el anverso y el reverso de la moneda. Lo de “cara” está claro, pues uno de los lados tiene tallada la efigie del rey (en otros tiempos hubo otros “jefes de estado”). Lo de la cruz se debe a que las antiguas monedas de la época del Imperio Español tenían grabadas una cruz al otro lado.

Duro: con la desaparición de la peseta este término dejó de usarse pues designaba tanto a la moneda de 5 pesetas como al valor de otras monedas múltiplos de cinco (así la moneda de 25 era de “5 duros” o la de 100 de “20 duros”). El nombre proviene de la moneda de 20 reales, llamaba “peso duro” debido a su buena fabricación y durabilidad. Esos 20 reales equivalían a 5 pesetas. Así que cuando se empezaron a acuñar monedas con esa cuantía de 5 pesetas, estas automáticamente fueron llamadas monedas de “a duro” (Damos las gracias al frutero de la esquina por aclararlos la equivalencia en reales de 5 pesetas y ponernos en la pista correcta).

Lerele: Manera vulgar de llamar al Euro. Lerele suena muy folclórico, muy flamenco, muy “español” (precisamente el carácter que falta al frío y correcto “euro”) y extrañamente parecido al nombre de la moneda única europea. La expresión también gracias a la vieja expresión “mucho lirili y poco lerele”, que venía a significar algo parecido a “mucho ruido y pocas nueces” y que con la entrada de la moneda se ha convertido en algo así como “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Lero: Es probable que oigáis esta expresión en bares o en tiendas “de toda la vida”. “Lero” es una manera no oficial de llamar al “Euro”. Es una modificación del término vulgar “leuro”, que se utilizaba para parodiar la manera de pronunciar el nombre de la moneda única europea que tenían las personas mayores a las que el cambio de divisa pillaba poco enteradas. Otros, sin embargo, dicen que este nombre se origina al escuchar a los proveedores franceses, que venían a España a hacer negocios, pronunciar el nombre de la nueva moneda (“l’euro”).

Machacantes: Es un término poco concreto. Actualmente es el nombre que reciben los billetes de mayor cuantía, pero en el pasado también se conocía con este nombre a las monedas de duro. Lo de “machacante” (que tritura) en un principio se debía al peso de la moneda, pero actualmente se refiere a la contundencia del valor del billete en cuestión.

Maravedí: Es el nombre de una antigua moneda medieval española. Hay gente que usa ese nombre para hablar de las antiguas pesetas (por la cosa de hacerse el chulo y dejar constancia de que la pesetas ya es cosa del pasado).

Peseta
Maravedí

Parné: Se refiere al dinero en general, no a una cantidad concreta o a una moneda determinada. Aunque se dice que este es un término en desuso todavía lo siguen utilizando bastantes personas, aunque es bien verdad que la edad de estos ronda los cincuenta. Se cree que es un término de origen gitano y se aporta como prueba el texto de una clásica copla flamenca titulada “María de la O” que dice “Maldito parné, que por su culpita dejaste al gitano que fue tu querer”. Las historias de amor por conveniencia económica se ve que son eternas.

Pavos: El caso de los “pavos” y las monedas es curioso. En muchas series de televisión y películas (especialmente las policíacas) que vienen de Norteamérica hay un personaje que se refiere a los dólares como “pavos”. Por extensión hemos utilizado esta expresión para hablar primero de las monedas de 100 pesetas y después de los euros. Lo curioso es que en Estados Unidos no se utiliza “pavo” (turkey) sino “ciervo” (buck) para referirse a los billetes de dolar. “Pavo” es un antiguo nombre con el que vulgarmente se conocía a las monedas de cinco pesetas. Una curiosa revitalización del término.

Pela: Era el apodo más conocido y usado de la peseta. Irónicamente su origen es desconocido. Todavía se sigue utilizando aunque cuando hablamos de “pelas” actualmente nos referimos a los taxistas madrileños.

Perra: Otra manera de llamar a la peseta. Esta vez sí sabemos el origen de esta denominación. En el año 1870 se encargó al grabador Luis Plañiol la imagen de un león para el reverso de la moneda de 10 céntimos. Posiblemente el señor Plañiol no había visto un león en su vida o tuvo un mal día, porque el animal grabado se parecía más a un perro que al rey de la selva. Aunque en posteriores tiradas se mejoró el tallado del animal, la gente siguió llamando “perra” a estas monedas. Con el tiempo el término se extendió a la divisa.

Peseta: Mucho hemos hablado de la moneda española anterior al Euro. Pero, ¿Por qué se llamaba “peseta”? Hay varias teorías: unos dicen que podría venir del catalán “peça petita”, que significa “pieza pequeña”, pues la palabra “peseta” apareció por primera vez en las monedas acuñadas en Cataluña; otros dicen que es una derivación de la palabra “peso” y que igualmente se refiere a una moneda pequeña (pesito); y los hay que piensan que la palabra tiene origen francés y sería una deformación de “piecette”, que significa “monedas”.

Plata: Se trata de un americanismo que empieza a tener fortuna en España. El término “plata” se usa en general para designar cualquier cantidad de dinero. Se podría decir que en algunos lugares esta palabra ha ocupado el “nicho” que ocuparon previamente palabras como “pelas” o “perras” sin llegar a ser tan vulgar como “lero” o “lerele”.

Rubia: Terminamos con el término más entrañable. La “rubia” era la moneda de una peseta que conocieron nuestros abuelos, nuestros padres y hasta algunos de nosotros. Se le llama así porque tenía un color dorado. Curioso que la moneda de menos valía de toda una época tuviese el color del oro.

Esta vez no hubo muchas palabras, pero como veis tenían muchísimas sustancia. Aunque ya no valgan mucho… Bueno… digamos que estamos ante un caso de plusvalía verbal.

CancamusaAl oír esta palabra mucha gente piensa que se trata de un vocablo inventado, de un extraño trabalenguas que no significa nada… y en cierta manera esas personas tienen razón pues, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, cancamusa significa “Dicho o hecho con que se pretende desorientar a alguien para que no advierta el engaño de que va a ser objeto”. Se podría decir que, en cierta manera, el concepto es similar al de la “cortina de humo”. Por ejemplo: un amigo nos cuenta que necesita comprar un billete de avión para ir a ver a su madre enferma, que reside en otra ciudad, cuando realmente lo que quiere es pagarse unos días de vacaciones a nuestra costa.

No obstante, en los últimos años esta palabra ha adoptado otro significado que podría entenderse como “previsión exagerada o fantasiosa realizada por un experto en determinada materia con la única intención de darse importancia o reafirmar su prestigio frente a otros”. Supongamos que un veterano economista famoso, temiendo que un experto más joven le quite fama o ingresos, dice que en dos años el sistema financiero quebrará y tenemos que sacar nuestro dinero de todos los bancos. No lo dice por nuestro bien, sino por estar en los titulares. Aportará documentos y datos que no serán falsos, pero que le darán la razón interpretados oportunamente. No le preocupa estar vendiendo humo pues cuando pasen esos dos años y nada haya ocurrido volverá a interpretar los datos de tal manera que le den la razón.

En cualquiera de los dos casos nos damos cuenta de que esta “simpática” palabra tiene un significado bastante negativo y un sentido que nos pone en alerta. Así que, vayáis donde vayáis, tened en cuenta esta palabra. Los españoles no somos especialmente “cansamuseros”, pero como dijo aquel “en todos los lugares tiene que haber de todo”.


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